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 Ascención del Señor

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MensajeTema: Ascención del Señor   Ascención del Señor Empty5/20/2007, 09:21



Ascención del Señor Ascension_of_christ

Ascención del Señor - 20 de mayo de 2007


Leemos este domingo los últimos versículos del Evangelio de Lucas. Este evangelista se caracteriza por su conciencia de autor y por su intención expresa de componer un escrito bien ordenado. Lo dice en el Prólogo al destinatario de la obra: "He decidido, después de haber investigado diligentemente todo desde los orígenes, escribirtelo por su orden, ilustre Teófilo" (Lc 1,3). Y, en la medida que sus fuentes se lo permiten, hace un relato ordenado.

Este orden le exigía dividir su obra en dos partes bien diferenciadas: el Evangelio y los Hechos de los Apóstoles. El primer tomo trata sobre la misión de Jesús en la región de Palestina: "Todo lo que Jesús hizo y enseñó desde el principio hasta el día en que... fue levantado a lo alto" (Hech 1,1.2). El segundo tomo trata sobre la misión de los apóstoles en toda la tierra: "Seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra" (Hech 1,. No podía comenzar la misión de los apóstoles sin que hubiera concluido la misión terrena de Jesús. Por eso el hecho que divide la obra en dos partes es la Ascensión de Jesús al cielo. Lucas relata ese hecho dos veces: en la conclusión del Evangelio y en el comienzo de los Hechos de los Apóstoles. En la liturgia de este día, en que celebramos la Ascensión del Señor, leemos ambos relatos: en la primera lectura bíblica y en el Evangelio.

Después de la última aparición de Cristo resucitado a sus apóstoles, comienza la despedida. Entonces Jesús declara: "Estas son aquellas palabras mias que os dije cuando todavía estaba con vosotros" (Lc 24,44). La expresión "aquellas palabras mias" abraza todo el Evangelio, porque este escrito cubre todo el período en que Jesús "todavía estaba con ellos". Acto seguido el mismo Jesús divide todo en dos tiempos: "Está escrito: que el Cristo debía padecer y resucitar de entre los muertos al tercer día y que se predicaría en su nombre... a todas las naciones empezando por Jerusalén". Están claramente distinguidos esos dos tiempos en sus palabras: el primer período es el correspondiente al Cristo (designa al Ungido que estaba anunciado en la Escritura); el tiempo sucesivo que corresponde a la predicación de los apóstoles es el segundo período. El primer período ya estaba cumplido porque Jesús -él es el Cristo- ya había padecido y resucitado al tercer día; está por comenzar el segundo período, el de la predicación de los apóstoles.

¿Qué es lo que garantiza la unidad de ambos tiempos, es decir, qué es lo que hace que ambos períodos constituyan un solo plan de salvación? En primer lugar, que ambas cosas estaban anunciadas: "Está escrito", y la Escritura es Palabra de Dios y contiene el único plan divino de salvación. Además, los apóstoles están presentes en ambos tiempos. En efecto, ellos estuvieron con Jesús desde el principio y, según la decisión de Pedro, esta es la condición que debía cumplir el que ocupara el puesto que quedó vacante por la defección de Judas: "Conviene que de entre los hombres que anduvieron con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús convivió con nosotros, a partir del bautismo de Juan hasta el día en que nos fue llevado, uno de ellos sea constituido testigo con nosotros de su resurrección" (Hech 1,21-22). Por otro lado, la predicación de los apóstoles debía hacerse "en su nombre", en el nombre de Cristo, prolo ngando así su presencia y su acción. Por último, el contenido de la predicación es el mismo: "La conversión para perdón de los pecados". Nadie puede predicar un nuevo Evangelio. Cuando se habla de "nueva evangelización", se aclara que es "nueva en su ardor, en sus métodos y en su expresión", pero no en su contenido.

Pero, sobre todo, es un solo plan de salvación, porque uno solo es el Espíritu que opera en Jesús y en la Iglesia. Después del bautismo de Jesús, en que descendió sobre él el Espíritu Santo en forma de paloma, Jesús declara en la sinagoga de Nazareth: "El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido y me ha enviado..." (Lc 4,1. Este mismo Espíritu lo impulsa al desierto de donde sale vencedor de toda tentación (cf. Lc 4,1), y en este Espíritu exulta él cuando alaba a su Padre (cf. Lc 10,21). Este mismo Espíritu sería comunicado a los apóstoles para que los asista en su misión. Así lo prometió Jesús: "Cuando os lleven a las sinagogas, ante los magistrados y las autoridades, no es preocupéis de cómo o con qué os defenderéis o qué diréis, porque el Espíritu Santo os enseñará en aquel mismo momento lo que conviene decir" (Lc 12,12). Por eso, poco antes de ser llevado al cielo, Jesús asegura a sus d iscípulos:

"Mirad, yo voy a enviar sobre vosotros la Promesa de mi Padre". Y quiere cerciorarse de que este don lo reciban: "Vosotros permaneced en la ciudad hasta que seáis revestidos de poder desde lo alto".

La Promesa de su Padre es el Espíritu Santo; y lo envía a sus apóstoles el mismo Jesús glorificado junto al Padre. El Espíritu Santo asegura la presencia viva de Jesús resucitado entre sus discípulos y les permite ser sus testigos: "Vosotros sois testigos de estas cosas". Abriendo cualquier página de los Hechos de los Apóstoles vemos que ellos actúan con el poder del Espíritu.Luego Jesús "los sacó hasta cerca de Betania y, alzando las manos, los bendijo. Y sucedió que, mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo". Es el único caso en que Jesús bendice a alguien; bendice a sus apóstoles precisamente porque se está separando de ellos. Se habría esperado que ellos quedaran sumidos en la tristeza, como quedó María Magdalena cuando dice: "Se han llevado a mi Señor y no sé donde lo han puesto" (Jn 20,13). En cambio, la reacción de ellos es esta: "Se volvieron a Jerusalén con gran gozo". Quedan con gran gozo porque Jesús los ha bendecido, porque les ha prometido enviarles la Promesa del Padre y el Padre no puede prometer más que lo máximo, es decir, el Espíritu Santo que les aseguraría una nueva presencia de Jesús; finalmente, quedan llenos de alegría porque Jesús "fue llevado al cielo", y él les había dicho: "Si me amarais, os alegraríais de que me fuera al Padre, porque el Padre es más grande que yo" (Jn 14,2. Ellos aman a Jesús y por eso, aunque él es llevado, se alegran porque es llevado al cielo. Al celebrar hoy la Ascensión del Señor llenemonos también nosotros de esa alegría, que es un signo inconfundible de los discípulos de Jesús.


Felipe Bacarreza Rodríguez
Obispo de Los Angeles (Chile)
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