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 Creyeron que estaba muerta

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MariCruz
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MensajeTema: Creyeron que estaba muerta   Creyeron que estaba muerta Empty7/10/2007, 06:30



CREYERON QUE ESTABA MUERTA

Fr.Eusebio Gómez Navarro O.C.D



Estaba El Greco meditando en un rincón de su taller veneciano, con las ventanas cerradas y la palma de su larga mano cubriéndole los ojos, entonces fue sorprendido por su colega Clovio.
¿Qué haces ahí –le preguntó al maestro- entre tinieblas, cuando toda Venecia resplandece de luz?


Y El Greco respondió:


-Mi luz está dentro de mí.


La luz del día, comenta Clovio, turbaba su interior.


La luz, la vida, la felicidad, todo lo llevamos muy dentro los seres humanos. Es como Dios, él está dentro, escondido y es necesario bucear para encontrarse con Dios, con uno mismo, con la felicidad y la vida.
Ramona es un claro ejemplo de coraje y de fuerza en momentos muy difíciles de su vida. En estos últimos años, me decía Ramona, he vivido fuera de mí, he estado disparada, con la atención puesta en muchos puntos sin ningún centro. Muchas dudas, miedos, temores, desconfianzas, búsqueda de amor, de aceptación; mucho cansancio, mucho dormir, deseos de no saber ya más nada y morirme, desaliento, desilusión, frustración.... Sin embargo, Ramona quería superarse, buscaba la verdad, la libertad, la unidad en todo su ser. Tenía muchas cosas en su mente tratando de resolver y además debía poner atención a todo y a todos para ser aceptada. Así se desgastaba mucho y se agotaba lo indecible, pues no sabía utilizar la mente, ni la razón, ni el corazón. Le daba la sensación de que peleaba con sombras de muerte.


De sus sentimientos nadie le había hablado, no sabía que existían, ni sabía para qué servían. Las emociones tampoco... a los 44 años escuchó “Tiene un desequilibrio emocional”. Estaba muy confundida. No entendía, tampoco preguntaba, solo intuía que algo raro y grave estaba pasando. Ramona creía que se estaba volviendo loca, no sabía que hacer, cómo explicarlo, a quién recurrir.


En esta etapa casi no podía rezar, se ponía delante de Jesús y repetía de cuando en cuando: “aquí estoy, Señor”, rota y cansada del viaje. Sin embargo en esta etapa tenebrosa creció su fe, su confianza en Dios y en sus manos se abandonó.


Cuando intentaba hacer oración de quietud, cerraba los ojos y se veía el rostro deforme, como el de un monstruo.


Le daba mucho miedo, vivía en continua tensión. Sentía mucho dolor, angustia, incertidumbre. El no saber nada y no tener que responder... abría inmediatamente los ojos y se distraía con la lectura... Un nudo en la garganta fue su eterno huésped, a veces no podía pasar ni alimento, ni saliva, sentía que las venas de la garganta en cualquier momento se le iban a estallar.


A todo esto se le juntaba su gran necesidad de ser amada, la de ser aceptada y su lucha por conseguirlo. Esto era inconsciente, pues de otra manera se hubiera sentido muy humillada, pues no hubiera podido resistir el mendigar amor y compasión.


Buscaba ayuda y no la encontraba. Por mucho tiempo vivía sola, crecía sola, se abría camino sola, cargando sobre las espaldas todo el gran peso del mundo. Pero hoy no podía moverse, caminaba como sonámbula. Humanamente no daba una, pero estaba segura de que la mano fuerte y amorosa de Dios era la que la conducía y María la acompañaba aunque no la viera ni sintiera.


Sentía una gran lucha entre lo interior y el exterior. Eran como dos fuerzas gigantes que tiraban de ella, debilitándola grandemente, sobre todo porque no conocía nada por su nombre, no sabía cómo defenderse o eliminar esos grandes enemigos


Se llenaba de trabajo, porque tenía la facilidad de hacer varias cosas a la vez. Se sentía muy bien cuando comentaban “Ramona es muy rápida, sabe organizarse muy bien, no se le dificulta nada, tiene mucho sentido común... etc.” La alabanza la estimulaba, era como una droga y así no sentía cansancio, sueño, hambre... Cuando su organismo se dio cuenta de que eso no era la solución o medicina, se ¡acabó el encanto! Y todo volvió a relucir viendo su triste realidad, pero ya era demasiado tarde.


Vivía en una eterna ansiedad. Se veía siempre apurada, tratando de terminar lo que estaba haciendo, lo más rápido posible porque había que hacer lo siguiente. Al final del día se sentía como si hubiera trabajado un año seguido sin ningún descanso y sin alimento. Su actitud incomodaba mucho a las otras personas.


La depresión fue su eterna compañera. Se veía sin ilusión, sin saber qué hacer, a dónde ir.... El mejor compañero que encontró, en este tiempo, fue el sueño, dormir, dormir y dormir... No sentía atracción por nada ni por nadie. Solo quería dormir o huir de la realidad dura.


Ramona se está curando de una manera una manera muy sencilla, de lo más simple, pero que le ha costado ríos de dolor y sangre. Ahora trata de poner toda la atención en lo que hace, teniendo en cuenta lo que falta por hacer, pero sin que nada ni nadie le inquieten. Y repite el nombre de Jesús y de María, y se deja entrar en ellos y que ellos entren en su alma y en su vida. El pensar en Jesús y María le dan paz y tranquilidad, estabilidad. Ramona está preparada para servir a Dios en sus hermanos. El dolor ha sido inmenso, la muerte lenta y trágica, pero está viendo los frutos de la resurrección. Estaba muerta y ha resucitado.


Ahora ya no le importa tanto el hacer; antes lo veía como una traición a sí misma, de no hacer todo lo que estaba en su mano, y quería morir. En su interior reprimía las emociones y sentimientos. No disfrutaba nada, actuaba como una máquina, y aunque todavía lo hace, en el momento que se da cuenta, cambia su actitud. Ahora procura hacer poco, estar consciente de ello y tratar de ver y sentir, darse cuenta de lo que tiene dentro y cómo está trabajando en ella. Ahora ya conoce a su enemigo, su nombre y lo ve de frente sin ningún temor, sino que lo envuelve en un manto de amistad para valerse de él y trabajar juntos, se siente como nueva o estrenando algo buscado por mucho tiempo.


A Ramona le dieron por muerta, pero estaba viva. Tenía dentro de sí un gran torrente de luz y de fuerza. Gracias al Espíritu y a su espíritu puede caminar.
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