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 Gracias mamá

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MariCruz
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Gracias mamá Empty
MensajeTema: Gracias mamá   Gracias mamá Empty8/9/2007, 06:10



GRACIAS, MAMÁ

Era una pareja de jóvenes esposos que se acercaron a la Guadalupana para darle gracias por su hijo, no porque estuviese enfermo, sino “no más porque ha nacido”.

Dios nos quiere, nos ama tiernamente, jamás se olvida de nosotros, ni nos abandona. Dice Isaías: «¿Puede acaso una mujer olvidarse del niño al que cría, no tener compasión del hijo de sus entrañas? Pues aunque ella lo olvidara –dice Yahvé–, yo no me olvidaré de ti»

“Ustedes, los grandes, alegraos de que exista un niño” (Phil Bosman). Un niño es un regalo de Dios, y como regalo se tendría que cuidar, proteger, dar la vida por él, jamás arrebatarle la vida. Pero ante un niño inocente e indefenso el ser humano reacciona con signos de vida y de muerte.

¿Valoramos la vida? Precisamente los que más tienen para cuidar y criar a los niños, no los aceptan. En este mundo la vida de un ser humano vale poco. Muchos niños no son bienvenidos; prueba de ello es la cantidad de abortos que se hacen. Muchas mamás han decidido acabar con el hijo en sus mismas entrañas.

Leí en Alfa y Omega, periódico de la Arquidiócesis de Madrid, la carta de Ángel Díaz Esteban, sobre el aborto. De ella tomo algunas frases: “Madre, aunque tú no quisiste que yo naciera, no puedo dejar de decirte Mamá. Te escribo desde el cielo para explicarte lo feliz que estaba, desde que comencé a vivir en tu vientre. Yo deseaba nacer, conocerte, y pensaba que algún día llegaría a ser un niño alegre. Soñaba con ir a la escuela y llegar a ser un hombre importante. Yo creía que, cuando cumpliera los nueve meses de estar junto a tu corazón y naciera, todos se iban a alegrar en casa con mi llegada. Pero tú no pensabas igual que yo… ¿verdad, mamá? Y un día, cuando yo estaba tan contento jugando en lo más recóndito de tus, para mí, divinas entrañas, sentí algo extraño…, que no sabría explicártelo, algo que me hizo temblar. ¡Sentí que me quitaban la vida!

Yo quise defenderme…, pero la muerte, con implacable y metálica voz, me sorprendió, cuando en tu vientre jugaba tan contento, pensando sólo en nacer para adorarte. Entonces comprendí que me quitaban la vida. Dime, mamá, ¿quién podría entrar dentro de ti y llegar hasta donde tan seguro me hallaba, para matarme? ¿Quién sabía que estaba allí tan guardadito? ¿Quién fue, mamá? ¿Dónde estabas tú, que no me defendiste? No sé lo que llegué a pensar…, perdóname, pero por un momento el negro cuervo de la duda pasó por mi mente y creí que sólo tú habrías podido hacerlo...

Madre, ¿cómo pudiste matarme? ¿Cómo es posible que hicieras tal cosa conmigo? ¿Pensabas, acaso, comprar un lavaplatos o una lavadora con los gastos que yo te ocasionara? ¿O te avergonzaste de mí, porque yo no era hijo de tu esposo? El mal consejo que te dieron lo escuchaste «antes de oír a tu corazón». Yo que tenía tantas ilusiones… Tú me las quitaste todas.

Yo, pensaba ser un buen ingeniero, sacerdote o santo… Hubiera podido ser un buen hijo y un buen padre, pero tú me lo negaste todo.

¿Sabes una cosa, mamá?… Ayer estuve hablando con Dios y le pedí, por favor, que me aclarase la verdad de mi muerte. Él me abrazó tierna y cariñosamente y me dijo muchas cosas…, las palabras más alentadoras y maravillosas que jamás escuché. Las mismas que «siempre soñé escuchar de tus labios de madre», cuando todavía esperaba que un día me «arrullase en tus brazos».

Me dijo también que sólo Él es dueño de la vida, y que nadie «tiene derecho ni poder para quitarla». Por mis ojos, madre, corrían torrentes de lágrimas, pero Dios me estrechó contra su pecho y me susurró tiernamente: «Pequeñito mío, si tú no tienes madre, yo te doy la mía». Y me presentó a la Virgen María…, y ella me ha dado todo lo que me negaste.

Mamá, antes de despedirme de ti, voy a pedirte un favor…, que esta carta que te escribo se la leas a tus amigas…, a todas las futuras mamás del mundo, para «que no cometan el monstruoso error que tú cometiste conmigo». Te envío todo ese cariño «que hubiera querido darte en vida, y te pido que te arrepientas» de lo que hiciste con tu «hijo que nunca nació”.

Gracias a todas las madres que nos dieron la vida, nos la cuidaron y por nosotros dieron la suya. Felicidades, Madres, en vuestro día.



Fr.Eusebio Gómez Navarro O.C.D

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