Quien cree, perdona
Fr.Eusebio Gómez Navarro O.C.D
Se lo he oído a una persona de total confianza, testigo presencial.
El presidente de la república italiana, Pertini, se profesa ateo cada vez que viene al caso. Eso sí, no permite que se persiga o desprecie lo religioso, diciendo que para su madre la fe fue algo importantísimo y de todo respeto.
Un día le preguntaron qué era lo que más le había impresionado en su larga y ajetreada vida. Dijo que fue el asistir a una misa por un famosísimo magistrado asesinado por los terroristas. Como presidente de la República creyó que tenía que estar en ese acto de tanta emoción, por la personalidad del asesinado y por la convicción del pueblo italiano. En el momento de las preces del ofertorio, se levantó un hijo del magistrado asesinado, se adelantó al micrófono y dijo a la asamblea que quería hacer constar a todos, en nombre de su familia, que perdonaban a los asesinos y rogaban por ellos, y que pedía a todos los asistentes que rogaran igualmente por los criminales. Pertini, bajo la impresión de este gesto, pidió aislarse una hora para reflexionar sobre esta actitud; más tarde hizo venir al hijo del magistrado para que le explicara cómo era capaz de perdonar así, porque no lo entendía. El hijo le habló de la fe, del amor, de la oración. Regaló un rosario al presidente, el rosario que su padre llevaba en el bolsillo precisamente el día de su muerte.
El presidente Pertini no ha tenido ningún reparo en mostrar alguna vez en público el recuerdo-regalo tan preciado que lleva en su bolsillo.
Por la fe se pueden hacer muchas cosas. Pero perdonar y rezar por los asesinos del propio padre es quizás el gesto supremo. Y es que cuando a Cristo y a la fe se les toma en serio, toda la persona queda comprometida. La fe serena, anima, contagia. ¿Alguien no va a tomar en serio a los cristianos que se lo toman en serio?
Alfonso Francia
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Cada uno expresa y vive la fe a su manera. Unos viven inmersos en el mundo y necesitan de una fe viva, dinámica para ser agentes de cambio y progreso. Otros tratan de vivir su fe aislada, desentendiéndose del mundo. No faltan los que viven anclados en el pasado, por miedo a un futuro, sin ánimo y sin esperanza en mejores tiempos. Toda fe auténtica tiene que ser levadura que haga fermentar la masa.
La fe es una adhesión absolutamente libre a Jesucristo, a seguirlo y a vivir conforme vivió Él. Es la fe en Jesús lo que arrastra y lanza al creyente adelante, a crear, a edificar.
La fe lleva a buscar el reino de Dios y su justicia, a “no trabajar por el alimento que se acaba, sino por el que dura para una vida sin término” (Jn 6.26). Pero la fe en Dios exige confiar en el ser humano, para no caer en una religión que es evasión y opio.
Se necesitan personas que crean: en una humanidad más justa y más fraterna; en la igualdad del ser humano, sin diferencia de credo, raza sexo…; en el poder de la oración, del diálogo y no en las armas; en la tierra como el lugar donde se construye el cielo; en que el Dios que resucitó a Jesús, resucitará a todos aquellos que creen en Él.
Hermoso el Himno litúrgico que habla de la fe:
Mis ojos, mis pobres ojos
que acaban de despertar
los hiciste para ver,
no sólo para llorar.
…que nunca me ciegue el mal,
…que cuando me llegue el dolor
no se me enturbie el amor.
Sostén ahora mi fe,
Pues, cuando llegue a tu hogar,
Con mis ojos te veré
Y mi llanto cesará.
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