El Antiguo Testamento asocia estrechamente la noción de alianza con la de arca. En efecto, apenas se firmó la alianza entre Dios y el pueblo de Israel en el monte Sinaí, el Señor dio esta orden: "Me harán un santuario y habitaré en medio de ellos" ( Ex 25,8 )
Entonces los israelitas levantaron la “tienda de la reunión”, y dentro de ella - siempre por orden del Señor - pusieron el arca de la alianza. Y en ella se guardaban las dos tablas que llevaban grabados los diez mandamientos dados por Dios a Moisés en el Sinaí, como documento-base para regular la alianza. Así, el arca se convirtió en el signo visible de la presencia de Dios en medio de su pueblo, como consecuencia del pacto del Sinaí: “Estableceré mi morada en medio de vosotros y nunca os aborreceré. Marcharé en medio de vosotros, seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo” (Lev 26,11-12)
Esta presencia de Dios en medio de su pueblo, está representada con frecuencia en el Antiguo Testamento por medio de una nube. “La gloria del Señor se había posado sobre el monte Sinaí y la nube lo cubrió durante seis días. Al séptimo día, llamó el Señor a Moisés desde la nube” (Ex 24,16). “Entonces la nube cubrió la tienda del encuentro y la gloria del Señor llenó la morada” (Ex 40,34). “... Y cuando, al son de las trompetas, címbalos y demás instrumentos musicales, alababan al Señor: “porque es bueno, porque es eterno su amor” , una nube llenó el templo del Señor, de modo que los sacerdotes no podían oficiar a causa de la nube, porque la gloria del Señor llenaba el templo de Dios” (2Cr 5,13b-14) Y en Exodo 40-38, leemos “porque la nube del Señor se posaba de día sobre la morada , y de noche brillaba como fuego a la vista de todo Israel, durante todas las etapas de su camino”.
Por tanto, la nube que envolvía la tienda, era como una señal de que dentro de ella moraba la “presencia del Señor.”
Estos aspectos se resumen de manera singular en María. En Lucas 1,35 se dice que la nube del Espíritu vendrá a posarse sobre María, y como efecto de esta “sombra” su seno se llenará de la presencia de un Ser divino: el Santo, Hijo de Dios. “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que va a nacer será santo, y se llamará Hijo de Dios”
Y cuando David ordena el traslado del arca a Jerusalén, “David y todo Israel iban danzando delante del arca con gran entusiasmo...” (2 Sam 6,5) De igual forma, Lucas nos cuenta que “cuando Isabel oyó el saludo de María, el niño empezó a dar saltos en su seno”.(1,41 a) “Porque en cuanto oí tu saludo, el niño empezó a dar saltos de alegría en mi seno” (Lc 1,44)
De estos parecidos se deduce un mensaje, y es que con su “si” al anuncio divino, María acoge la propuesta de la Alianza Nueva que Dios le revela mediante el Angel Gabriel; por consiguiente, con Jesús en su seno, ella se presenta como el Arca donde reposa Dios hecho hombre.
De esta forma, reaparecen actualizados en María los conceptos de Alianza y de Arca, tan estrechamente vinculados ya en el Antiguo Testamento.
Y ello nos obliga a cada uno de los que queremos seguir a Cristo, a permanecer fieles a la Alianza (que sólo el pecado puede romper), y a ser arcas portadoras del Misterio, que lleven al resto de los hombres el gozo de su Presencia, hasta hacerles saltar de alegría, como el Rey David, o como Juan en el seno de su madre.