MariCruz Administradores
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| Tema: Feliz el que confia 7/17/2008, 06:42 | |
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FELIZ EL QUE CONFÍA
En 1982, la Corporación Forum, de Boston Massachussets, estudió a 341 vendedores de distintas compañías, en cinco industrias, para determinar a qué se debía la diferencia entre los más altos productores y los productores término medio. De éstos, 173 eran vendedores del más alto nivel, y 168 eran vendedores término medio.
Cuando se terminó el estudio, era claro que la diferencia entre los dos grupos no podía atribuirse a destrezas, conocimientos o habilidad. La Corporación Forum encontró que la diferencia ¡se debía a la honradez! Las personas que alcanzaban el más alto nivel en ventas eran más productivas porque los clientes tenían confianza en ellas. Y como les creían, les compraban a ellas.
En Jeremías (17,5- se ponen en claro dos actitudes, la del que confía en el ser humano y la del que pone toda su confianza en el Señor. Por eso dice “maldito”, es decir, infeliz, a quien pone su propia estabilidad, el fundamento de todo el edificio de su existencia, en sí mismo y en la caducidad humana: “maldito el hombre que confía en otra persona” (Jr 17,5); y declara “bendito”, es decir, lleno de vida, al que pone toda su existencia en la fidelidad de la palabra de Dios: “bendito el hombre que confía en el Señor” (Jr 17,7). Al ser humano se le presentan dos opciones fundamentales en su vida, o poner su confianza en Dios, en la vida, adherirse a él, o vivir alejado de Dios y poner su confianza en los ídolos que llevan a la muerte.
En Lc 6,20-26 se nos ofrece la proclamación fundamental de Jesús condensada en las bienaventuranzas, dirigida a los pobres e infelices, y en los ayes, que tienen como destinatarios a los ricos de este mundo. En los salmos se declara a una persona “bienaventurada” o “feliz” porque cumple con la ley del Señor: “¡Dichoso el que teme al Señor y sigue su camino!” (Sal 128,1).
Las maldiciones, o “ayes”, son dirigidos a aquellos que se han apartado de Dios y viven en la muerte. “¡Ay de los que disimulan sus planes para ocultarlos al Señor!” (Is 29,15). Jesús dirige las bienaventuranzas simplemente a los pobres, a los hambrientos, a los que lloran, a los perseguidos, como declaración de felicidad. Los pobres, los perseguidos, los mansos, son felices porque, son ya desde ahora los seguros y privilegiados destinatarios de la misericordia de Dios.
Lucas se dirige y declara felices a aquellos que viven en situaciones concretas de pobreza y marginación.
La bienaventuranza central es la dirigida a los pobres (Lc 6,20), que son aquellos que carecen de alimento y libertad. Los pobres son los primeros destinatarios del ministerio de Jesús (Lc 4,18), a los que se les anuncia la Buena Nueva de que de ellos es el reino de Dios. Los que viven así, al margen de Dios y de los pobres, son unos insensatos, malévolos, que solamente tienen ojos para la comodidad y para el hoy. El escritor francés, Gerard Bessiere, en su libro “Préstame tus ojos”, refiere que un día encontró en París a un ama de casa que regresaba del mercado con un ramito de flores. Y ésta le comentó: “No puedo comer carne todos los días. Economizo para poder comprar una flor”. El ser humano necesita algo más que pan, necesita confiar en el Señor, como al aire para respirar.
Fr.Eusebio Gómez Navarro O.C.D | |
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