La Transfiguración
San Francisco de Sales
La primera consideración es ésta: Jesús subió a la montaña y se puso a orar... Nosotros conoceremos que nuestra oración ha sido buena si, como Nuestro, salimos con la faz resplandeciente y los vestidos blancos como la nieve; quiero decir, si nuestra cara brilla por la caridad y nuestro cuerpo por la castidad. La caridad es la pureza del alma, pues no puede soportar en nuestros corazones ningún afecto impuro o contrario a Aquel a quien ama (la caridad y el amor son una sola cosa); y la castidad es la caridad del cuerpo, que rechaza toda clase de impurezas.
si al salir de la oración tenéis un rostro hosco y melancólico, enseguida se verá que no habéis hecho la oración como debierais.
La segunda consideración es que los apóstoles vieron a Moisés y a Elías hablando a Nuestro Señor del exceso que Él iba a hacer en Jerusalén. fijaros bien, durante la Transfiguración están hablando de la Pasión... Y ¿qué exceso es ese? El exceso de que un Dios descienda de su gloria suprema. Y ¿para qué desciende? Viene a tomar nuestra humanidad y a estar sumiso a los hombres, o sea, a todas las miserias humanas, hasta el punto de que, siendo inmortal, se sometió a la muerte y muerte de Cruz...
Me diréis: es bueno subir al Tabor para ser consolados porque eso empuja y hace avanzar a alas almas débiles que no tienen el valor para hacer el bien si n sienten satisfacción. ¡Ah, ni, perdonadme!, la verdadera perfección no se logra entre consuelos. Ya lo veis en la Transfiguración: los tres apóstoles que vieron la gloria de Nuestro señor, no dejaron por ello de abandonarle en su Pasión. Y San Pedro, que siempre había hablado con mucho atrevimiento, fue sin embargo un gran pecador, negando a su Maestro. Del Tabor se baja pecador y al contrario, del Calvario se baja justificado; claro está que siempre que nos hayamos mantenido firmes al pie de la Cruz, Nuestra Señora.