San Juan de Capistrano
28 de Marzo
Nace en Capistrano, pueblo de los Abruzzos, reino de Nápoles, el año 1386. Ingresa en la Orden franciscana a los treinta años de edad. Ocupa dos veces el cargo de vicario general de la Orden. Sucumbe a los estragos de la peste, en el campamento de los cruzados de Eslovenia, el 23 de octubre de 1456. Ha sido llamado, "El Santo de Europa". - Fiesta: 28 de marzo.
1453 es un año clave en la Historia Universal y consta como tal en todos los manuales. Los turcos, capitaneados por el Sultán Mahomed II, tras un siglo de ocupación de tierra europea en los Balcanes, conquistan Constantinopla, afianzando así el imperio del Islam en el Asia Menor, sobre las ruinas del Oriente cristiano, y amenazando a toda la cristiandad de Occidente. Se presiente un trágico fin para la catolicidad medieval. Roma y los pueblos tiemblan ante la impotencia de los príncipes cristianos, divididos entre sí. Pero Dios, eterno Señor de la Historia, tiene preparados sus instrumentos: el Soldado, el Pontífice y el Santo. El caudillo húngaro Huniades, el Papa Calixto III, que sucede en la sede de Pedro a Nicolás V en el mismo año 1453, y Juan de Capistrano, fraile minovita, gran reformador de los pueblos cristianos y de sus hermanos religiosos.
La actividad apostólica de Juan se inicia paralelamente a los principios del siglo xv, el siglo del difícil tránsito entre dos edades tan distintas de la historia humana. Quedaban atrás en su vida las solicitudes por lo terreno, lo falaz. Tomó parte en conjuraciones políticas y, derrotado, había sido hecho prisionero, encerrado en unos sótanos inmundos, de los que creyó imposible salir con vida. Allí, encadenado a un poste, rodeado de ratas, con el agua hasta las rodillas, desengañado, reza a San Francisco y hace voto de entrar en su Orden. El voto le salva, y la ciudad de Perusa, donde cursaba sus estudios de jurisconsulto, es testigo de su conversión total, hasta espectacular en su externidad.
Corría el año 1416. Ya franciscano, el de Capistrano se entrega en cuerpo y alma a la reforma espiritual del pueblo cristiano por medio de la predicación popular. Sigue las huellas y las enseñanzas de su hermano en religión, el gran San Bernardino de Siena. Lleva su mismo gorro e invocándole hará sus maravillosas curaciones. Va de pueblo en pueblo, acompañado de cuarenta caballeros, reúne a las multitudes en las plazas, pues no caben en los templos, y llega alguna vez a reunir el número de 20 000 oyentes. Así predica a Jesús, pero más con su figura que con las palabras. Pequeño, enjuto, apenas piel y huesos, vista corta, gesto austero, mas a la vez dulce y caritativo, semblante encendido, además sobrio y cálido. Aunque predicaba casi siempre en latín, sus oyentes no daban tiempo al intérprete y pedían a gritos confesión, prometiendo cambiar de vida, encendiendo hogueras con los objetos de sus pecados: dados, naipes, afeites, etc. Su característica era despertar vocaciones religiosas entre la juventud: en Leipzig 120 estudiantes siguen sus huellas, en Cracovia 130. Acabamos de nombrar dos ciudades no italianas, y es que lo extraordinario de la predicación de Juan de Capistrano, aquello en que supera a sus hermanos franciscanos misioneros como él, es su universalidad europea. En veinte años misiona por Alemania, Austria, Hungría, Polonia, Moravia y hasta por Saboya, Borgoña y Flandes. Ésta fue su lenta pero fundamental cooperación al mantenimiento de la unidad católica europea en el siglo XV.
Poseía dotes extraordinarias para la diplomacia. Trabajó en unir entre sí a los príncipes, recibió importantes misiones de cuatro Papas consecutivos, impugnó la naciente herejía husita, se relacionó con los griegos para tratar su unión con la Iglesia Romana, intervino en contener los perniciosos efectos del cisma de Basilea. Extendió la reforma de los "observantes" por los conventos de toda Europa, fundando muchos de ellos en Alemania.