La promesa del Espíritu Santo
Reflexión
Siempre las horas más tristes tienen que ser las de la despedida, no de aquellas en las que se dice sencillamente "hasta luego", sino las que comprenden en su totalidad el significado del "adiós". En esos momentos nos asaltan las lágrimas de los ojos y no sabemos qué decir. La tristeza nos invade, y todo queda cubierto por la niebla.
Así era como se sentían los discípulos en las horas del adiós al Maestro. Para ellos parecía el adiós definitivo, mientras que para Él sólo era un hasta pronto. Además sabe que la tristeza de los discípulos se volverá en alegría, cuando Él regrese. También nos promete un Consolador, aquél que nos ayudará a entender lo que nuestra pobre inteligencia no alcanza en esta vida.
Por eso no desesperemos en la tristeza de ver que Cristo no está entre nosotros. Él está, aunque no físicamente, pero sí espiritualmente. Él vendrá en el tiempo señalado, y quiere encontrarnos en vela para entrar con Él en su Reino.
Pidamos a Dios que nos dé la gracia de vivir siempre esperando a Cristo, no con cara llena de tristeza, sino con rostros de resucitados.