Jesús ora al Padre por sí mismo
Reflexión
Si alguna vez hemos dirigido a Dios una oración mientras pasábamos por un momento poco deseable, ¿cómo ha sido ese momento de unión con Dios? ¿Qué le hemos pedido, qué le hemos dicho? Lo más cierto es que hemos dejado desahogar nuestra alma contando a Cristo las penas que atravesábamos en ese momento.
Hoy Cristo nos enseña a orar con el alma cargada de temor, de miedo, de pena. Y hoy también Cristo nos dice cuánto se preocupa por nosotros. Que un hombre deje de lado sus sufrimientos y preste mayor atención a otras angustias que no son las suyas, o una de dos: o es un loco que busca fastidiarse la vida con masoquismos o ama vehementemente a los demás. Quien no ha sufrido por una persona ni la conoce ni la ama. Sin embargo, Cristo no se cansa de probarnos su amor. Porque sufrió por nosotros nos ama.
La respuesta más humana de nuestra parte debería de ser la de la gratitud. La de nuestra correspondencia a su amistad. Sufriendo un poco Él u ofreciendo el sufrimiento que ya padecemos. Pero también le agradecemos lo que hace por nosotros, y lo hacemos guardando los mandamientos pero sobre todo custodiando el distintivo que caracteriza a todo cristiano. La caridad. Si Cristo pidió algo ardientemente a su Padre fue precisamente la unidad. “Cuida en tu nombre a los que me has dado para que sean uno” Unidad en la familia, en el trabajo. Unidad en cualquier grupo social en el que nos encontremos. Es así como podríamos consolar a Jesús y como podríamos agradecer lo mucho que se preocupa por nosotros.