El discípulo amado
Juan 21, 20-25. Pascua. Estar siempre cerca a Dios para poder seguirle.
Reflexión:
Si Jesús tuvo diferentes maneras para manifestar su amor, no cabe duda que el “tú ven y sígueme” fue una de ellas. Son palabras encantadoras y extraordinarias para quien en su interior las oye del maestro. Ahora que las escuchamos, ¿por qué no le miramos también? ¿acaso no amó al joven rico cuando fijó en él su mirada, y le dijo: “vende todo lo que tienes, dalo a los pobres y luego ven y sígueme”? Unas palabras y una mirada de Jesús expresan el profundo amor del Señor a quien invita a seguirlo. Por ello, tan solo debería bastarnos con este hecho a cada uno de los cristianos, para ir donde Él nos quiera invitar.
“Tú, sígueme” implica que le tendremos cada día muy cercano en la oración. Oración que alimentará nuestra sed de eternidad con su presencia en la Eucaristía. Que nos sorprenderá cuando, sumergidos y abatidos en nuestro cansancio y fatiga, nos dirá: “ánimo, yo he vencido al mundo”. Y así, dándonos su mano, nos conducirá para que de nuestros labios sólo brote una oración: “Señor nunca permitas que me separe de ti”.