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Lazaro el Pintor, Santo |
IconógrafoMartirologio Romano: En Constantinopla, san Lázaro, monje, nacido en Armenia, que insigne en la pintura artística de imágenes sagradas, al negarse a destruir sus obras por orden del emperador iconoclasta Teófilo, fue atormentado con crueles suplicios, pero después, apaciguadas las controversias sobre el debido culto a las imágenes, el emperador Miguel III le envió a Roma para afianzar la concordia y unidad de toda la Iglesia (c. 867). Etimológicamente significa “ ayuda de Dios”. Viene de la lengua hebrea.
Nació en el seno de una familia pagana en Georgia, al lado del monte Cáucaso.
Apenas cumplió la edad necesaria, salió de casa para irse a Constantinopla, centro cultural y religioso de aquellos tiempos.
Fue en esta gran ciudad en donde abrazó la fe cristiana. Y lo hizo en uno de los monasterios más fervorosos de cuantos visitó por aquellos sitios.
Eran los años en los que se había desencadenado una guerra terrible contra las imágenes. Provenía esta contienda de los iconoclastas, es decir, de gente que no podía ver las imágenes.
De ordinario, uno de los trabajos a los que acostumbraban a dedicarse los monjes, era la pintura de imágenes. No daban abasto para restituir las imágenes que destrozaban en los templos.
Los mismos emperadores publicaban edictos en los que condenaban la pintura de imágenes del Señor y de la Virgen o de los santos.
Los monjes seguían pintando sin hacer caso a los edictos. Lázaro era un buen monje y un mejor pintor.
De hecho, Teófilo, sucedió en el trono a su padre Miguel, año 829. Volvió a promulgar un edicto condenando a pena de muerte a quien pintara imágenes.
Se enteró de que Lázaro pintaba muchas y bien. Entonces lo mandó prender. Le dieron tal paliza que lo dieron por muerto.
La emperatriz Teodora, que era cristiana, fue a ver a Lázaro con
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Lazaro el Pintor, Santo |
la intención de esconderlo en la iglesia de san Juan.
Aquí se restableció de la paliza y comenzó a pintar de nuevo, empezando por la figura del Precursor de Jesús.
Cuando Teófilo murió, la emperatriz y su hijo Miguel III restablecieron el culto a las imágenes. Dados los méritos de Lázaro, lo enviaron a Roma como embajador. Murió en esta ciudad en el año 855.