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 El Mejor amigo

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MariCruz
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MensajeTema: El Mejor amigo   El Mejor amigo Empty7/26/2007, 06:37

EL MEJOR AMIGO

Fr.Eusebio Gómez Navarro O.C.D




Hay una leyenda en que se cuenta que un hombre cayó en un pozo. Pasó Buda y le dijo: “Si hubieras cumplido lo que yo enseño, no te habría sucedido eso”. Pasó Confucio, y le dijo: “Cuando salgas, vente conmigo y te enseñaré a no caer más en el pozo”. Pasó Jesús, vio a aquel hombre desesperado, y bajó al pozo para ayudarlo a salir.

Jesús es el amigo que ha dado la vida por los amigos y enemigos.
Hace ya más de 2500 años, Confucio caracterizó las relaciones de amistad como las únicas que no estaban sometidas a ningún tipo de jerarquía. La amistad lo iguala todo: cultura, profesión...
Jesús, por amor, se hizo uno más de nosotros. El actuar de Jesús es por amor. Veamos algunos rasgos:


Así trata Jesús al joven desconocido que se acerca a él buscando orientación: “Fijando en él su mirada, le amó” (Mc 20,21); a la mujer pecadora que llora a sus pies: “Tus pecados te son perdonados… Tu fe te ha salvado. Vete en paz” (Lc 7,48-50); a su discípulo Pedro: “Fijando su mirada en él, le dijo: “Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas” (Jn 1,42).


Encontramos también en Jesús el afecto, incluso emocionado, hacia las personas, que no es signo de debilidad sino revelación de un sentimiento hondo de amor y de amistad. Así reacciona ante unos ciegos que le piden su curación: “Jesús se conmovió, tocó sus ojos, y al momento recobraron la vista y le siguieron” (Mt 20,34). Es conocida la escena de Betania; al acercarse a María, desconsolada por la muerte de su hermano Lázaro, Jesús, “viéndola llorar… se conmovió profundamente y se echó a llorar. Los judíos comentaban: ¡Miren cuánto lo quería!” (Jn 11,33-35). El mismo afecto emocionado manifiesta Jesús ante la ciudad de Jerusalén: “Al acercarse y ver la ciudad, se le saltaron las lágrimas por ella y dijo: ¡Si también tú comprendieras lo que conduce a la paz! Pero no, no tienes ojos para verlo” (Lc 19,41). Así es Jesús. Basta una palabra, una situación humana, un sufrimiento, para que brote su afecto lleno de ternura.


Amistad significa también benevolencia, es decir, un afecto que quiere el bien de las personas y lo busca. Es este sentimiento el que mueve a Jesús. “Al desembarcar, vio una gran multitud; se conmovió porque estaban como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas”(Mc 6,33). Esta amistad se manifiesta de forma más entrañable con las personas por las que siente predilección especial; así sucede con la familia de Marta. El evangelista señala que “Jesús quería a Marta, a su hermana y a Lázaro” (Jn 11,5). Pero también con el discípulo que lo ha negado: “El Señor se volvió y miró a Pedro, y recordó Pedro las palabras que le había dicho el Señor” (Lc 22,61).
La amistad se convierte en compasión cuando las personas queridas sufren o se encuentran mal. El amigo se acerca al sufrimiento del otro, lo acoge, se identifica con su dolor y sus problemas, sufre, acompaña, ayuda.
En cierta ocasión “se le acercó un leproso y le suplicó de rodillas: “Si quieres, puedes limpiarme”. Conmovido, Jesús extendió la mano, lo tocó y dijo: “Quiero, queda limpio” (Mc 1,40-41). En Naím, al ver a una viuda llorando la muerte de su hijo único, Jesús se acerca. “Al verla el Señor se conmovió y le dijo: No llores” (Lc 7,13).


Amistad significa entrega, donación al otro. El amigo sabe dar gratuitamente, regalar su tiempo, su compañía, sus fuerzas, su vida entera. Los evangelistas describen a Jesús “desviviéndose” por los demás, entregando lo mejor de sí mismo a todos. No busca su éxito, su prestigio o bienestar. Es el amor lo que anima su vida entera. “El Hijo del Hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por todos” (Mc 10,45). Su crucifixión no es sino la culminación de esa entrega. “Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo” (Jn 13,1).


Jesús ofrece su amistad a todos, incluso a aquellos que son excluidos de la convivencia social (leprosos) o separados de una relaciones amistosas (publicanos, prostitutas). Jesús se acerca a ellos, se sienta a su mesa, los acoge. La gente lo llama “amigo de publicanos y pecadores”. Pero los evangelistas destacan la amistad particularmente honda y entrañable que Jesús vive y cultiva con sus discípulos. Jesús les va revelando sus secretos más íntimos en una atmósfera de comunicación amistosa. “No los llamo ya siervos porque un siervo no conoce lo que hace su señor. A ustedes los he llamado amigos, porque todo lo que oí de mi Padre se lo he dado a conocer” (Jn 15,15).


De esta forma se establece entre Jesús y sus discípulos una comunión de afecto y amistad. Jesús llegará a decir: “Quien a ustedes los escucha, a mí me escucha; y quien a ustedes los rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado (Lc 10,16). Incluso, el discípulo traidor viene llamado “amigo” hasta el final (Mt 26,50). Jesús les muestra hasta qué extremo llega su amistad. “Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos” (Jn 15,13). Su muerte será un don: “Nadie me quita la vida; yo la doy voluntariamente” (Jn 10,1.
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