EL SENCILLO NO ADULA
Fr.Eusebio Gómez Navarro O.C.D
Estaba un Cuervo posado en un árbol, y tenía en el pico un queso. Atraído por el tufillo, el señor Zorro le habló en estos o parecidos términos: “¡ Buenos días, caballero Cuervo! ¡Gallardo y hermoso eres en verdad! Si el canto corresponde a la pluma, te digo que entre los huéspedes de este bosque eres tú el Ave Fénix”. Al oír esto el Cuervo, no cabía en la piel de gozo, y para hacer alarde de su magnifica voz, abrió el pico, dejando caer la presa. Agarróla el Zorro, y le dijo: “Aprende, señor mío, que el adulador vive siempre a costas del que le atiende: la lección es provechosa; bien vale un queso”. El Cuervo, avergonzado y mohíno, juró, aunque algo tarde, que no caería más en el garlito (La Fontaine).
Adulación y codicia muchas veces van juntas. Despreciables son las dos y lejos tendrían que estar de nuestros labios. Nuestro hablar debería ser llano y sincero, sin egoísmos e intereses. Bien nos lo dice Pablo: “Nunca nos presentamos, bien lo saben, con palabras aduladoras, ni con pretextos de codicia, Dios es testigo, ni buscando gloria humana, ni de ustedes ni de nadie”(Ts 2,5-6).
El adulador no trata de ensalzar al otro con la verdad, no pretende reforzar la estima y el aprecio, al contrario pretende engañarlo sin medir las consecuencias.
Existen muchas formas y manifestaciones de la mentira. Hay personas que para sacar provecho del otro no ahorran falsos elogios, alabanzas vanas. Tras unas bellas palabras esconden el veneno más mortífero. “El adulador conduce al mal a su prójimo, porque es incapaz de saber qué es lo que le conviene” (Teófilo).
Si el adulador es malvado, el adulado es ciego y tonto, ya que no sabe distinguir los propósitos del otro ni se conoce a sí mismo. Es necesario, pues, estimarse, valorarse, conocerse para no engañarse ni ser engañado.
Para no ser engañado por el adulador, es bueno amar la verdad, ser humilde y ser sencillo. G. Leopardi, escritor italiano afirmaba que casi todas las personas que valen mucho son de maneras sencillas.
Jaime Balmes, sacerdote y filósofo, abundaba: “Las personas grandes… suelen ser sencillas. Las mediocres… son ampulosas, creídas de sí mismas.”
Azorín escribe apoyándose en las palabras de Jesús: “Las avecillas del cielo y los lirios del campo son más felices que el hombre. El hombre se acongoja vanamente. Porque el día de mañana a sí mismo se traerá su cuidado. Le basta al día su propio afán. La sencillez ha huido de nuestros corazones. El reino de los cielos es de los hombres y mujeres sencillos.”
-“Simplifiquen lo complicado y no compliquen lo sencillo”, era el lema del Papa Juan XXIII. En su diario se exhortaba constantemente a sí mismo: “Angelo, no te dés demasiada importancia.”
La sencillez no es una virtud de muchas personas. Cuentan que había un político que en vez de decir: Sagrado Corazón de Jesús en vos confío, decía: “Corazón de Jesús confía en mí”. Un individuo acusó a Maquiavelo de haber enseñado a los tiranos el arte de conquistar el poder, y obtuvo esta respuesta: -Cierto que enseñé a los tiranos cómo se conquista el poder; pero también enseñé a los pueblos cómo se derroca a los tiranos.
El soberbio es lo opuesto del sencillo. “El orgullo, dice Fulton J. Sheen, es el pecado de hacer la propia voluntad, ser el propio juez, tener una moral propia, tener un dios propio”. Dios resiste a los soberbios, a los sencillos los ensalza. Dios y los seres humanos, detestan a las personas soberbias y engreídas.
G. Leopardi afirmaba que “casi todas las personas que valen mucho…son de maneras sencillas”. Los tontos y soberbios son los que se enorgullecen de lo poco que son.
El sencillo habla, gesticula y vive de una forma sencilla, sin ambiciones, sin ansiedades, sin complicaciones. Es gente de paz y siembra paz, simplifica lo desagradable y quita valor a lo negativo. El sencillo es una persona equilibrada que usa siempre la moderación, reflexión y cordura.
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