Santos Félix y Adaucto
30 de Agosto
La historia de estos dos santos parece interesar más a la arqueología que a la devoción. Después de su martirio, probablemente durante la persecución de Diocleciano a comienzos del siglo IV, fueron enterrados en una cripta del cementerio de Comidila, sobre la vía de las siete iglesias, no muy lejos de la Basílica de San Pablo Extramuros.
El Papa Siricio la transformó en basílica y después los papas Juan I y León III la hicieron ampliar y decorar con frescos. Así se convirtió en meta de peregrinos y devotos hasta avanzada ya la Edad Media, cuando las catacumbas y los santuarios subterráneos cayeron en el olvido o fueron devastados.
En el cementerio de Comidila y la tumba de Félix y Adaucto fueron descubiertas en 1720, pero la satisfacción del descubrimiento duró poco, pues algunos días después la pequeña basílica subterránea se hundió. Nuevamente cayó al olvido sobre esas ruinas hasta 1903, cuando definitivamente fue restaurada.
Félix fue un presbítero romano, condenado a muerte durante la persecución de Diocleciano. Mientras era conducido hacia el lugar de la ejecución, por el camino que lleva a Ostia, de la multitud salió un desconocido, que se adelanto hacia el condenado y cuando estaba a un paso de los soldados encargados de la ejecución, proclamó que era cristiano y que quería compartir la suerte de Félix. Aceptaron su petición.
Después de haberle cortado la cabeza a Félix, con esa misma espada decapitaron al desconocido. Pero, ¿Quién era éste? Nadie conocía su identidad, y por eso fue llamado “Adauctus” (añadido), de donde viene el nombre de Adaucto. El episodio quedó vivo en la memoria de la iglesia romana, que unió a los dos mártires en una sola conmemoración.