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 Evangelio 23 de Junio de 2007

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Damián

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MensajeTema: Evangelio 23 de Junio de 2007   Evangelio 23 de Junio de 2007 Empty6/23/2007, 11:50

Evangelio 23 de Junio de 2007 Paloma10

Evangelio según San Mateo, capítulo 6, versículos del 24 al 34
23 de Junio de 2007

24. "Nadie puede servir a dos señores; porque odiará al uno y amará al otro; o se adherirá al uno y despreciará al otro. Vosotros no podéis servir a Dios y a Mammón".

CONFIANZA EN LA PROVIDENCIA DEL DIVINO PADRE


25. "Por esto os digo: no os preocupéis por vuestra vida: qué comeréis o qué beberéis; ni por vuestro cuerpo, con qué lo vestiréis. ¿No vale más la vida que el alimento? ¿y el cuerpo más que el vestido?
26. Mirad las aves del cielo, que no siembran ni siegan, ni juntan en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?
27. ¿Y quién de vosotros puede, por mucho que se afane, añadir un codo a su estatura?
28. Y por el vestido, ¿por qué preocuparos? Aprended de los lirios del campo: cómo crecen; no trabajan, ni hilan,
29. mas Yo os digo, que ni Salomón, en toda su magnificencia, se vistió como uno de ellos.
30. Si, pues, la hierba del campo, que hoy aparece y mañana es echada al horno, Dios así la engalana ¿no (hará Él) mucho más a vosotros, hombres de poca fe?
31. No os preocupéis, por consiguiente, diciendo: "¿Qué tendremos para comer? ¿Qué tendremos para beber? ¿Qué tendremos para vestirnos?".
32. Porque todas estas cosas las codician los paganos. Vuestro Padre celestial ya sabe que tenéis necesidad de todo eso.
33. Buscad, pues, primero el reino de Dios y su justicia, y todo eso se os dará por añadidura.
34. No os preocupéis, entonces, del mañana. El mañana se preocupará de sí mismo. A cada día le basta su propia pena".



COMENTARIO

24. Para poder entender el sentido literal, en el cual se encierra la profunda enseñanza espiritual de este texto, necesitamos ver detenidamente qué entiende Jesús por el uno y el otro. El primero es Dios, y el otro es Mammón, nombre que significa la personificación de las riquezas. De esto resulta que el que ama las riquezas, poniendo en ellas su corazón, llega sencillamente a odiar a Dios. Terrible verdad, que no será menos real por el hecho de que no tengamos conciencia de ese odio. Y aunque parezca esto algo tan monstruoso, es bien fácil de comprender si pensamos que en tal caso la imagen de Dios se nos representará día tras día como la del peor enemigo de esa presunta felicidad en que tenemos puesto el corazón; por lo cual no es nada sorprendente que lleguemos a odiarlo en el fondo del corazón, aunque por fuera tratemos de cumplir algunas obras, vacías de amor, por miedo de incurrir en el castigo del Omnipotente. En cambio, el segundo caso nos muestra que si nos adherimos a Dios, esto es, si ponemos nuestro corazón en Él, mirándolo como un bien deseable y no como una pesada obligación, entonces sentiremos hacia el mundo y sus riquezas, no ya odio, pero sí desprecio, como quien posee oro y desdeña el cobre que se le ofrece en cambio. Santo Tomás sintetiza esta doctrina diciendo que el primer fruto del Evangelio es el crecimiento en la fe, o sea en el conocimiento de los atractivos de Dios; y el segundo, consecuencia del anterior, será el desprecio del mundo, tal como lo promete Jesús en este versículo.

25. Quiere decir: si lo que vale más (la vida y el cuerpo) me ha sido dado gratis y sin que yo lo pidiese, ¿cómo no ha de dárseme lo que vale menos, esto es el alimento para esa vida y el vestido para ese cuerpo? Es el mismo argumento que usa San Pablo en el orden espiritual: Dios que no perdonó a su propio Hijo y lo entregó por nosotros ¿cómo no habría de darnos con Él todos los bienes? (Rom. 8, 32).

26. Véase un argumento análogo en Is. 40, 25 - 31, donde el divino Padre se queja de que se le mire como malo e indiferente ante nuestras necesidades.

27. A su estatura: otros traducen: a su vida. Continuando el divino Maestro con su maravillosa dialéctica, nos presenta aquí la cuestión bajo un nuevo aspecto: No sólo es cierto que el Padre Celestial es quien nos lo da todo gratuitamente, y que en Él hemos de confiar con más razón que los despreocupados pajarillos, sino también que, aun cuando pretendamos alardear de suficiencia y poner gran esfuerzo en nuestras iniciativas, seremos del todo impotentes si Él no obra, pues que nada podemos ni aún en aquello que nos parece más nuestro, como es la propia vida y la propia estatura. Véase S. 126 y notas.

29. Como uno de ellos. Notemos que aquí nos da el Señor, de paso, una lección fundamental de estética, e inculca el amor a la naturaleza al mostrarnos la superioridad de las bellezas que su Padre nos dio, sobre todas las que puede elaborar el hombre; y así los pintores clásicos estudiaban la ciencia del colorido en flores y plumajes de aves. Todos habremos observado que, cuando estamos bien de salud y con el organismo descongestionado, nuestros ojos descubren esplendores nuevos en la luz y el color. Pensemos, pues, qué bellezas no vería en ellos la Humanidad santísima de Jesús, el ideal del hombre perfecto en todo sentido.

31. En Juan 6, 27, nos muestra Jesús cuál es el alimento por que hemos de preocuparnos.

32. Vuestro Padre sabe. Véase vers. 8 y nota.

33. Todo el orden económico del cristianismo está resumido en esta solemne promesa de Jesús. Su conocimiento y aceptación bastaría para dar solución satisfactoria a todos los problemas sociales. La justicia, según la Sagrada Escritura, no ha de entenderse en el sentido jurídico de dar a cada uno lo suyo, sino en el de la justificación que viene de Dios (Rom. 3, 25 s.; 10, 3 ss. y 30 ss.; Filip. 3, 9), y de la santidad, que consiste en el cumplimiento de la divina Ley. Véase S. 4, 6 y nota; Hebr. 13, 5. Cf. Luc. 18, 9 ss. y nota.

34. A cada día le basta su propia pena: Suavísima revelación que solemos mirar como un molesto freno a nuestros impulsos de dominar el futuro, cuando debiera al contrario llenarnos de alegría. Porque si el Amo para el cual se destinan todos nuestros trabajos y el Dueño de nuestra vida nos dice que de este modo le gusta más ¿por qué hemos de empeñarnos en obrar de otro modo más difícil? Pensemos cuán grande tendría que ser la maldad de quien así nos habla si sus promesas no fueran seguras. ¡Porque ello significaría privarnos de la prudencia humana, para que luego nos quedásemos sin una cosa ni otra! ¿Es esto compatible con la compasión y riqueza de bondad que vemos derrochar a cada paso de la vida de Jesús? Sobre esta suavidad de Dios que nos presenta la sabiduría como una serenidad inquebrantable y muy superior a la sofrosyne de los griegos porque cuenta con la infalible intervención de una Providencia paternal, véase S. 36, 4 ss.; 111, 7; Juan 14, 1 y 27, etc.
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